jueves, 2 de octubre de 2008

La cultura del vino, una tradición que debemos proteger

¿Qué les podría decir yo a ustedes del vino, que no sepan, claro? Ustedes que conocen mejor que nadie qué es, lo que cuesta sacarlo adelante como producto, como criatura, como ser vivo de esta naturaleza que nos circunda en esta bella tierra en la que nos emplazamos, Jumilla. Ustedes saben, digo, lo que cuesta hacerlo, saben de la calidad que aquí se consigue, conocen lo que cuesta negociar precios, lo que cuesta afrontar, mucho antes, lo han vivido, la zozobra, la incertidumbre, de esperar una buena cosecha de uva, lo que cuesta todo el proceso… Saben muy bien de todo esto, y de mucho más. En fin, y todo esos agridulces sabores, todos esos lados negativos, y también positivos, para acabar en un buen estómago, con un previo buen paladar, si es el caso, claro. Yo, amigos y amigas, no quiero caer en los tópicos, ni hablar del dios Baco, ni deseo referirme al carácter hipnótico del vino, ni siquiera quiero hacer una exaltación de lo bueno o de lo más bueno que es. Ya sabemos los que pintamos canas, que en la vida todo depende de la cantidad y de la calidad, y de su correspondiente apreciación. Nada en exceso es bueno, decían los griegos. Y nosotros, amigos y amigas, lo corroboramos. Lo que sí les puedo contar, y que sí sé muy bien, es que últimamente no ganan ustedes para sustos, entre cosechas que se pasan o no llegan, ante los rigores de la climatología, con las reformas de los mercados europeos, que piden arrancar 400.000 hectáreas de viñedos, algo así como un tercio de la superficie que hay plantada. ¡Una barbaridad! Y ustedes ahí, aguantando el tirón, y bastante bien, por cierto. Claro, de la importancia del vino dan buena cuenta las cifras nacionales: factura 5.000 millones de euros al año, hay 400.000 explotaciones agrarias que trabajan en una superficie de 1,2 millones de hectáreas (la mayor del mundo para un país), se emplea a 30.000 personas en este sector de forma directa en la transformación y comercialización del vino, a las que hay que sumar otros 30.000 empleos indirectos en sectores económicos complementarios. Los datos regionales son también elocuentes. Y si nos ceñimos a la denominación donde nos hallamos les puedo contar que la Denominación de Origen Jumilla se crea en 1.966. Su Reglamento actual fue aprobado por Orden de 10 de Noviembre de 1.995 (el cual sustituyó al anterior aprobado por Orden de 19 de Mayo de 1.975), y modificado por Orden de 18 de Abril de 2.001. La zona de producción de la D.O. Jumilla ha mostrado su nuevo potencial desde comienzos de los años 90. Una tardía filoxera atacó los viñedos en 1989, lo que obligo a empezar de nuevo: las vides fueron replantadas para producir vinos tintos, rosados y blancos más limpios pero afrutados, elaborados tanto por uvas autóctonas, especialmente Monastrell, como por las importadas Syrah y Merlot. Al mismo tiempo, una cuidadosa vendimia y la inversión en nuevos equipos han mejorado la calidad. El resultado ha sido una nueva generación de elegantes caldos, algunos biológicos y la mayoría jóvenes, en los que la uva Monastrell está dando lugar a impresionantes resultados en las manos de los expertos viticultores. Como resultado de todo esto, los vinos de Jumilla han comenzado a causar un gran impacto en el extranjero. En esta denominación destaca la presencia de un museo y de la fiesta del vino, que se celebra durante una semana a mediados de Agosto para festejar la llegada de la vendimia. Bueno: esto ya lo saben muchos de ustedes, pero al margen de los datos y de las cifras, que dejo más bien para los responsables del sector, estoy convencido de que todos sabemos, igualmente, que se trata de un modo de vida. Me refiero al que proviene de la cultura del vino. Y eso es, compañeros y compañeras, lo que defendemos. No queremos morir, no queremos entender la vida solo a base de éxitos, de cuentas, de negociados, de avances, de progresos, de crecimientos más o menos desmesurados… Queremos esto, vivir en la naturaleza, entender que todo tiene un porqué, y nosotros, ustedes, nosotros digo, también. Defendemos las raíces milenarias de una tierra que ha visto como maduraban sus uvas desde hace centurias, y eso ha hecho de Jumilla, de su entorno, de su Denominación de Origen, algo singular, y hoy en día podemos decir con orgullo que estos vinos vetustos han ganado con los años, ¡y vaya sin han ganado! Ahora no hacemos otra cosa que ganar premios, si bien, ustedes lo saben, lo importante de los galardones no es ganarlos sino merecerlos, y yo, que no tengo ninguna bodega, puedo decir sin que nadie me tache de interesado que se ganan y se merecen esos premios. Sigan así, por favor. Estamos de y a su lado. NOTA: Extracto de la presentación del Certamen de Calidad de los Vinos de Jumilla, en su XII edición, que tuvo lugar el 16 de Marzo de 2.007.

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