Contemplación
Mi yo es tu yo,
y en ese juego
de búsqueda
damos con mucha tranquilidad.
Siento esta espera
como una quimera musical
en la que todo fragua
para acoplar perfectamente
condiciones y circunstancias,
en un tono constante,
sempiterno, honesto.
Entorno los ojos
para dar
con la quintaesencia
de un lenguaje
que sabe de silencios.
Soy plácidamente feliz.
Estás en alguna parte
de mi complacido corazón.
Mi nave de deseos
Cabalgo por un mar
de golosos deseos
que portan aromas,
sonidos, valores,
sensaciones, azúcares,
dulzura transparente,
y mucho amor.
Surco mares
con gotas de estimas,
de emblemas solidarios,
de entregas totales,
de pasiones…
Me satisface ser
obra frágil
en un viaje eterno
de color azul y rosa,
colmado de bendiciones
que huelen a ti,
aunque no te vea.
Me luzco en este espacio
iluminado con estrellas
fugaces y brillantes
donde tú eres
el todo que percibo,
lo que necesito
para sobrevivir
en esta singladura.
Ésta es mi nave,
tuya ya,
a reventar de deseos.
Sueño con imágenes
de experiencias compartidas
que me prefieren sin obligaciones,
sin rastros de poderes que atraigan,
sin impresiones controvertidas
y polémicas.
Mi mar, este mar,
absorbe planteamientos
de mudanzas melosas
como ese almíbar de la infancia,
en la que todo era inocencia
plantada de verdor y de fantasía.
Mi gozo sería tener dicha suficiente
para regalar felicidad a raudales
a esos últimos que, por transparentes,
nadie ve.
Me dejo llevar por el corazón
mientras el sobre que contiene
las huellas de la vida
te aguarda en cualquier parte
con esperanza,
ésa que visto de azul,
de azul de mar,
de mi color preferido, de ti,
pura amistad en ciernes,
a quien cualquier día pondré rostro.
Dime si sabes algo.
No olvides
que aquí te espero
conformada a pensamientos
que fluyen en mi mente
como si fuéramos
la misma persona,
que quizá así sea.
No somos tan distintos,
créeme,
cuando defendemos
un idéntico grado de libertad
y de respeto en todos los órdenes.
Sabes que, sin conocerte,
te echo de menos.
Cuando nos veamos,
intuiremos
que somos nosotros.
No cabe equivocación
en esta singladura
donde la casualidad
no es tal.
Seducimos el océano.
Sobre él callamos.
Mañana tomaremos
las riendas del destino.
De momento dejamos
que el silencio nos susurre
lo que solo él conoce.
martes, 26 de agosto de 2008
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